Interpretación: Poporo de la cultura precolombina Quimbaya
Año de creación: 2003
Interpretación: Poporo de la cultura precolombina Quimbaya
Año de creación: 2003
Interpretación: Pectoral de la cultura precolombina Tayrona
Año de creación: 2002
Interpretación: Cerámica de la cultura precolombina Tumaco
Año de creación: 2002
Interpretación: Poporo de la cultura precolombina Quimbaya
Año de creación: 2005
Interpretación: Cerámica de la cultura precolombina Tumaco
Año de creación: 2004
Interpretación: Brazalete de la cultura precolombina Tierradentro
Año de creación: 2005
Interpretación: Pectoral de la cultura precolombina Tolima
Año de creación: 2001
Interpretación: Cultura precolombina Cauca
Personaje mítico: Bunkeiji de la obra SEI-NAKE HABA SINTU (1999)
Interpretación: Cultura precolombina Tumaco
Personaje mítico: Mulkuexe de la obra SEI-NAKE HABA SINTU (1999)
Interpretación: Cultura precolombina Tayrona
Personaje mítico: Aluna Sintana de la obra SEI-NAKE HABA SINTU
Interpretación: Cultura precolombina Tumaco
Personaje mítico: Aluna Sintana de la obra SEI-NAKE HABA SINTU (1999)
Interpretación: Poporo de la cultura precolombina Quimbaya
Personaje mítico: Madre Universal Haba de la obra SEI NAKE HABA SINTU (1999)
Interpretación: Poporo de la cultura precolombina Quimbaya
Personaje mítico: Madre Universal Haba de la obra SEI NAKE HABA SINTU (1999)
Personaje mítico: Aluna Sintana de la obra SEI-NAKE HABA SINTU
Interpretación: Cultura precolombina Quimbaya
Personaje mítico: Karldikukui de la obra DUGUINAUI, REMINICENCIAS DEL FIN DE LOS TIEMPOS (2006)
Interpretación: Cultura precolombina Tayrona
Personaje mítico: Duguinaui de la obra DUGUINAUI, REMINICENCIAS DEL FIN DE LOS TIEMPOS (2006)
Interpretación: Cultura precolombina Tayrona
Personaje mítico: Señor de la Semilla de la obra PAMURI MAHSE (1995)
Interpretación: Cultura precolombina Tayrona
Personaje mítico: Señor de la Semilla de la obra PAMURI MAHSE (1995)
Al vestir el vacío, la máscara lo hace presente. Sabemos por la máscara que el vacío existe y que es el fondo de todo; por eso nos inquieta. Del vacío surge lo indiferenciado, o se instala en él. Lo indiferenciado, esa matriz de mundos que llamamos caos. Las individualidades plenas –diferenciadas sí, pero conservando su raigambre de indiferenciación, vacío y simiente de caos que suministran dinamicidad– sólo son posibles cuando alguien lleno de asombro y entusiasmo ofrezca, desde su diferencia propia, el ámbito-de-manifestación (otro vacío) que las interpole, rompiendo la cotidianidad, haciéndolas visibles a plenitud al invitar a otros a atestiguarlas. En el teatro, los testigos son indispensables.
Lo que más hace un teatro con máscaras es, en últimas, permitirnos tomar conciencia de que todo ser es una máscara de lo infinito o, al menos (algo que ya es demasía), de la vida. Somos ese ahí donde la vida se diferencia, se torna existencia y ocupa su lugar en lo inmenso. Por eso mismo somos inmensidad. Pero sabemos del vacío. La gente de Viento Teatro lo talla al tallar cada máscara. Además de hacerlo presente en el espacio vacío de la escena en donde el mundo del teatro llega a ser, repitiendo el Vacío en que se instaló el Cosmos en el Origen mismo. Atreverse en el teatro a llegar al vacío, proponerlo, es tener la certeza del renacer, del renacer siempre y cada vez distinto. Repetir lo Infinito. Repetir lo Inmenso. Repetir la Vida.
Es la difusa sensación que experimento siempre que contemplo las máscaras y escucho a Luz Myriam, Alberto y Viviana hablar enamorados –cómo no estarlo– de su obra. Quizá bajo el influjo de la primera vez que los vi actuar sobre un tablado, donde unas barcas de totora surcaban el espacio imposible de la escena, he tenido la certeza de estar frente a algo profundo y original. Profundo, por ser un teatro enraizado en el ayer insondable y sin riberas de los mitos cosmogónicos, los más venerables de todos, asimilados en una lenta y cuidadosa labor de estudiosos de buenos libros y de ejecutores de obra manual en que iban vertiendo sus asombros: es la forma de tallarse uno mismo. Original: por no cansarse de repetir lo que siempre ha de ser repetido: la necesidad de recrear y recrearse para llenar la vida de múltiples sentidos, frente a la avalancha inhumana de quienes pretenden uniformar al ser humano para manipularlo mejor.
La gente de Viento Teatro lucha contra el olvido. Por eso trajina mitos; desde luego, marchando en contravía de lo que se entiende por mito desde que se empezó a extender la propuesta ultraracionalista que lo hace ver como lo opuesto a la verdad. Sólo que para interpretarlo de esa tan peyorativa manera, se ha de olvidar que verdad (alétheia para los griegos arcaicos creadores de la palabra) no era lo opuesto (a…) a error sino a olvido (léthe). Y aquí se impone un aserto fundamental: el relato mítico construye verdad al ser la estrategia mejor elaborada por la humanidad –en general– y por las culturas –en particular– para no olvidar sus experiencias fundacionales. Un teatro de la repetición y la diferencia es un teatro de la memoria y de la presencia que lucha contra el olvido. Y el más hondo de los olvidos consiste, para los colombianos, en escamotear el pasado indígena desde donde surge la plena posibilidad de hacer una patria pluralista, que reconozca la diferencia, y que al asumir plenamente su historia construya una identidad dinámica.
Cuando Alberto y Luz Myriam me propusieron en confianza hacerme cargo del prólogo del libro, dije que sí por tratarse de una obra empotrada en el mito, tema al que he dedicado mi vida. Pero luego de haberlo leído con suma atención, consideré que lo más apropiado fuese que ellos mismos hicieran todo, incluido el prólogo, pues difícilmente alguien en un corto tiempo podía hacerse cargo y dar cuenta crítica de las maravillas de que está llena la obra. Se necesita mucho tiempo, pasado el asombro inicial, para desentrañar sus contenidos. Y aún no he salido del asombro que produce este libro.
Asombros y entusiasmos frescos impiden dar razón de contenidos puntuales, tales como las profundidades de las teorías donde se sumergen los autores, siguiendo caminos trazados por Artaud, Foucault y Deleuze, exigentes al obligarnos a orientar la mirada por fuera de la caverna donde la han domesticado; pero bien fecundos y novedosos por las nuevas construcciones mentales que nos vemos precisados a elaborar. De lo que sí puedo ocuparme es de formular ciertas consideraciones generales, formales, como aquélla de aconsejar al lector por dónde empezar a trajinar este libro, contando con que yo hice trampa, pues atestigüé la obra en sus presentaciones iniciales, que sirvieron para perfeccionarla, y dialogué muchas veces con sus hacedores.
Los consejos en el orden de la lectura son diferenciales según se trate de lectores muy amantes de la teoría, que prefieran saber primero acerca de los fundamentos intelectuales, críticos, filosóficos, antes de asomarse a la obra teatral en sí; ésta figura en el último capítulo; o si se trata de personas que prefieran sumergirse sin preámbulos en ella. Para éstos (si es que ya no lo hicieron dejando de último, de modo inteligente, hasta el mismo prólogo), recomiendo hacer la lectura al revés, en este orden: Capítulo IV, III, II y I; eso sí, con la condición de releer el Capítulo IV, una vez lleguen finalmente al prólogo. La obra teatral leída por segunda vez luego de hacer la travesía de los primeros tres capítulos, les fructificará en el cuerpo y en el espíritu en una plétora de sensaciones, ideas y sentidos.
Cabe, eso sí, aparte de esos consejos, destacar la decidida femineidad de la obra. Ineludible por tratarse de mitos, orígenes y poesía. Tres ideas sobre las que lo femenino impone su impronta. Toda creación –es lo que significa en el fondo la palabra poema– implica que se ponga en juego el principio femenino, que siempre es eso: principio. Origen. Así lo atestiguan todas las cosmogonías, mundos que se gestan en vientres inconmensurables y fecundos, pletóricos de fuerza. Y toda madre carnal está ahí para recordarlo, para repetirlo siempre de modo distinto cuando de su interior brote y se interpole un nuevo ser donde haya ausencia. Un nuevo ser, un nuevo mundo capaz de gestar mundos. Y ella también hace presente la palabra, palabra que primero es arrullo y después mito, porque ¿acaso la mejor manera de consentir al hijo no es cantarle cuentos?
Hace unos años, cuando Viento Teatro inauguró una de sus exposiciones escultóricas y fotográficas sobre la Máscara Mítica, tuve la fortuna y el honor de quedar involucrado en ello compartiendo creaciones. Admirable la forma en que resplandecieron las máscaras y las grandes ampliaciones que las retrataban creadas por Viento Teatro, y los objetos expuestos. En bella forma habló Isaías Román, Sabedor de la Nación Uitoto de la Amazonia, sobre las máscaras y bailes de su pueblo. Allí me atreví a decir estas palabras:
A LA GENTE DE VIENTO TEATRO
El mito es un decir siempre confiado
Que alguien nos trae de un ayer difuso,
Está en su oficio revelar comienzos
Retrayendo en palabras, trazo o gesto
Los arquetipos con que se hace mundo.
En el tiempo que el odio hace confuso
Dejamos los senderos de la vida,
Nos perdemos el río y las espigas
Y así olvidamos el sabor del rumbo.
Las máscaras sagradas dicen siempre
Que la fuerza está ahí. Echarle mano
A la pulpa potente de lo arcano
Es cuestión de saber hincar el diente.
Estas formas son hojas del gran texto
Que unos ojos revisan con cuidado.
Hay allí mil tesoros olvidados,
Un reservorio de diseño y gesto.
Bien está quien nos trae de la hondura
El ritmo primordial de un dios que crea;
En sus manos renacen primaveras
Que nos llenan de aromas y frescura.
Y también de la furia y de la fuerza
Y del dolor que todo lo engrandece,
Cuando la obra que se gesta tiene
La forma que obedece a la destreza.
A golpes de pasión –materia y obra–
Va surgiendo otro mundo que conserva
La sapiencia del viejo. Abriendo sendas
allí se da con la verdad redonda.
Hondo es contemplar estos silencios
Porque aquí hay mil silencios bien tallados;
Silencios de hacedor amurallado
Floreciendo en el aire de otro tiempo.
Original: Moldeado en arcilla y vaciado en molde de yeso
Obra terminada: Prensado de madera aglomerada con incrustaciones de piezas en Orfebrería (técnica precolombina de la cera perdida), de piedras y semillas, con aplicación de pinturas en acrílicos.
Inspiración del color y la textura: Variación de tonos vivos que replican los óxidos de metales y la porosidad de la piedra.